viernes, 17 de junio de 2011

El gas del futuro viaja a Cantabria desde Oklahoma

La empresa BNK explorará en España como ya hace en EEUU, inyectando agua a presión. Por Pablo Pardo / Ardmore
Me han dicho que el paisaje del concurso que hemos ganado en España se parece mucho al de aquí», afirma Rick Johnston sentado en el asiento de atrás de una furgoneta de caja abierta típica de las zonas rurales de EEUU.


Efectivamente, el paisaje en el sur de Oklahoma, en la región en la que nació Carlos Ray Norris (más conocido por el nombre de Chuck Norris), recuerda a Cantabria: suaves colinas con árboles y prados. De hecho, el único español conocido aquí es, precisamente, el cántabro Seve (pronúnciese Sevi, en inglés) Ballesteros, cuya muerte todavía lamenta un amigo de Johnston. Aunque aquí los toros se usan en rodeos. Un buen animal puede valer 250.000 dólares (170.000 euros). Y los coches no atropellan erizos, sino armadillos.


Pero las mayores similitudes entre el condado de Carter, en el que estamos y el municipio de San Vicente de la Barquera pueden estar a 2.000 metros debajo de la carretera rural en la que viaja la furgoneta. Ahí puede haber una franja de apenas 70 metros de espesor de pizarra que tiene adheridas burbujas microscópicas de gas natural. En este condado esa franja existe, y la explota BNK con 22 pozos en activo que Johnston supervisa. Hace dos meses, BNK ganó un concurso del Gobierno cántabro para determinar si ese gas existe también en esa comunidad.


Hasta hace 10 años, esas reservas eran inaccesibles. Pero entonces, el empresario del vecino Estado de Texas George Mitchell inventó la fracturación hidráulica. O, en inglés, fracking: excavar un pozo de gas y a continuación inyectar en el subsuelo durante cuatro o cinco días millones de litros de agua, arena y 400 productos químicos que las empresas no están obligadas a difundir-pero entre los que puede haber agentes cancerígenos y, según la química Dow Chemical, venenos-para partir la roca. El gas queda liberado y, como busca áreas con menor presión, entra en el tubo por los mismos agujeros por los que el líquido fue inyectado.


Mitchell vendió su empresa a Devon, una petrolera de Oklahoma que estaba desarrollando otra técnica revolucionaria: la perforación de pozos horizontal. Es decir: una vez que la tubería alcanza una cierta profundidad, puede cambiar de dirección. Ambas firmas habían sentado las bases para un cambio total en la economía del mundo.


Gracias al fracking, el precio del gas ha caído un 50% en EEUU desde 2005. Las últimas cifras oficiales señalan un aumento de la producción del 4% en el último año, cuando la demanda creció un 2%. «Una burrada», subraya un experto de una empresa energética europea. Pero todo en el fracking es una burrada. EEUU, cuyas reservas de gas estaban agotándose a principios de esta década, tiene ahora gas para, al menos, 100 años. En 2010, su producción fue de 600.000 millones de metros cúbicos, pero sólo la placa Marcellus, en el Este del país, tiene 10 billones de metros cúbicos de gas.


En sí mismo, el invento de Mitchell es muy aburrido. Apenas una explanada de unos 2.000 metros cuadrados con uno o dos pequeños tubos clavados en la tierra-los pozos-y varios depósitos para almacenar el agua, el gas y el petróleo que salen. Los pozos en esta zona producen en promedio 14.000 metros cúbicos de gas y unos 15 barriles de petróleo al día. Una de las tuberías silba. «Está sacando gas», comenta Johnston, que añade: «El petróleo que sacamos es la guinda del pastel». Los diferentes productos son separados y almacenados allí mismo, y redistribuidos a través de una red de gasoductos subterráneos.


Junto a uno de los pozos de BNK hay una granja. Al lado de otro, una laguna en la que Johnston suele pescar percas. Así pues, el fracking no es peligroso. Ofrece independencia energética de países como Rusia o Argelia, y además el gas natural tiene unas emisiones de gases de efecto invernadero un 40% menores que las del carbón.


Ésa es la tesis de la industria. Pero el documental Gasland, en el que se describe esta actividad como un desastre medioambiental, estuvo a punto de ganar el Oscar a la mejor obra de no ficción, y ha hecho famosa una imagen en la que se ve a una persona abrir un grifo del lavabo, acercar un mechero y provocar una llamarada. Es decir: el gas ha llegado a los acuíferos. Y, con el gas, presumiblemente, los productos tóxicos usados en su extracción.


Chip Minty, portavoz de Devon, replica: «Eso obedece a una filtración natural de gas, sin fracking. Si el pozo está bien hecho, no hay filtraciones».


El 99,5% de lo que se inyecta en el fracking es agua y arena, pero el otro 0,5% es muy contaminante. En Dimock, en Pennsylvania, un pozo de la empresa Cabot explotó hace un mes, lanzando miles de litros fluidos a un río y obligando a evacuar a siete familias. «Algunos de los productos químicos que se usan son tóxicos. Pero también se usan productos tóxicos para construir viviendas», afirma Minty.


«Vamos a llevar nuestras mejores prácticas a España. Si es necesario, alteraremos nuestra operativa», ha explicado en una entrevista telefónica a MERCADOS Wolf Regener, el presidente y consejero delegado de BNK, una empresa que ya tiene 24 millones de hectáreas en concesiones en Europa. El fracking es el futuro del gas natural. Pero es un futuro incierto. Hasta 2014, EEUU no tendrá un dictamen oficial sobre los riesgos medioambientales de este sistema. Entretanto, la controversia, y las perforaciones, siguen.

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